MONOPOLIOS Y CHACAREROS
Por Juan
Carlos Bedoya
....La
colonización, en el sentido de la venta de la tierra al agricultor bajo ciertas
condiciones, cesó, prácticamente, a principios del siglo. En su lugar se
implantó el arrendamiento, cuyo pago se realizaba en efectivo o entregando un
porcentaje de la cosecha; o bien en forma mixta combinando las
dos posibilidades. Esta modificación de sistemas está perfectamente documentada
en cifras oficiales. Comparémoslas:
•
|
PROPIETARIOS
|
NO PROPIETARIOS
|
Según el Segundo Censo Nacional
realizado en 1895
|
60,70%
|
39,30%
|
Según
|
32,40%
|
67,60%
|
ídem,
idem, en 1912
|
33,10%
|
66,90%
|
El cuadro muestra la variación
fundamental que se había operado en la explotación de la
tierra, aunque cabe una advertencia respecto a los propietarios que puede
agudizar más todavía el problema. Los registros no se
refieren a propietarios individuales sino a la
característica de cada explotación, de manera que un mismo propietario está
asentado tantas veces como explotaciones tenía; de donde
resulta, que las cifras suministran una idea acerca de " la forma de explotación ",
pero no sirven para reflejar el grado de concentración
a que había llegado la propiedad rural. Este panorama sin perspectivas, fue el marco ahora estable en que desenvolvió sus
actividades el cultivador, pues teniendo
cerrado el acceso a la tierra se vio compelido a continuar trabajando como colono arrendatario. El Censo Agropecuario de 1.937,
el último realizado por la oligarquía, demuestra
esa perduración. Sobre un 62%
de agricultores no propietarios y sujetos al pago de arrendamientos, sus
antigüedades en tal situación se clasifican del siguiente modo:
Permanencia en años Porcentaje de arrendatarios
|
1a5 51,10%
|
Una
mitad de los arrendatarios tenían un arraigo en la tierra de cultivo que oscilaba
entre los 6 y 40 años, lo cual
es ya, de por sí, ilustrativo acerca de las escasas posibilidades
de transformarse en propietarios de esos predios. Además, la mayor parte de la otra mitad
estaba afectada por la inseguridad que suponía la rotación en las explotaciones, pues los propietarios alternaban
la agricultura con la ganadería. Además, todavía, debe agregarse el problema de los contratos.
LOS CONTRATOS DE ARRENDAMIENTO
Para
comprender la situación que enfrentaba el colono arrendatario es necesario, ante
todo, recordar el total analfabetismo que padecía la mitad de ellos, por los menos.
Ese analfabetismo debía enfrentarse con los vericuetos
del Código Civil, muestrario de principios liberales
pero que lo dejaba indefenso ante la voracidad del propietario. Analizando las disposiciones del Código, Juan Álvarez llego a las
siguientes conclusiones:
1° Salvo en el cobro
del papel sellado, el Estado
no interviene en los contratos agrícolas,
aunque sean perjudiciales para el arrendatario o éste los haya aceptado por ignorancia
o necesidad. Por eso, la cláusula que hacía recaer sobre el arrendatario la insuficiencia de la cosecha, fue común en todos
los contratos.
2° Ante la pérdida de la
cosecha, por plagas o razones climatológicas, la alimentación
del colono no tenía prioridad
sobre el pago del arrendamiento. Por
el contrario,
estos primaban sobre los créditos de manutención o compra de máquinas, semillas o implementos de trabajo.
3°
Los contratos de arrendamiento estaban limitados a un máximo de diez años. A su
vencimiento, sobre las mejoras introducidas, incluso las viviendas, el colono carecía de todo derecho
para ser indemnizado.
4°
El arrendatario carecía de
toda prioridad para adquirir el suelo, aunque hubiera roturado
tierras vírgenes. El dueño podía hacer uso de su propiedad sin ninguna clase de
limitaciones.
Desamparado en esta
forma por la Ley general, el colono vivía en ranchos, no
plantaba árboles de ninguna especie ni tenía utilaje sino el indispensable para su labor.
En cuanto ala Ley 11.627 de arrendamientos agrícolas, lograda casi una década después
del Grito de Alcorta, no era por demás eficaz. El Censo Agropecuario citado registraba,
con bastante sorpresa -y mayor para quienes suponen que la presencia de la ley por sí
sola soluciona los problemas-, que el 55% de los agricultores que fueron censados,
carecían de contratos. Es decir, estaban entregados íntegramente y atados de pies y
manos, a la codicia de los propietarios. Había transcurrido un cuarto de siglo desde el
Grito, pero la situación del campesino continuaba siendo la misma. Por esola Federación
Agraria que los agrupaba, entonces dirigida por Esteban
Piacenza, era un bocado que
intentaba engullir, en cualquier forma, el Partido Comunista, utilizando para ello la
consigna que preconizaba "la unión de obreros y campesinos para la revolución social".....................
plantaba árboles de ninguna especie ni tenía utilaje sino el indispensable para su labor.
En cuanto a
del Grito de Alcorta, no era por demás eficaz. El Censo Agropecuario citado registraba,
con bastante sorpresa -y mayor para quienes suponen que la presencia de la ley por sí
sola soluciona los problemas-, que el 55% de los agricultores que fueron censados,
carecían de contratos. Es decir, estaban entregados íntegramente y atados de pies y
manos, a la codicia de los propietarios. Había transcurrido un cuarto de siglo desde el
Grito, pero la situación del campesino continuaba siendo la misma. Por eso
Agraria
intentaba engullir, en cualquier forma, el Partido Comunista, utilizando para ello la
consigna que preconizaba "la unión de obreros y campesinos para la revolución social".....................
LAS TARIFAS FERROVIARIAS
Es
un error generalizado el supuesto de que el ferrocarril fue el promotor de la
colonización. Primero se establecieron las colonias y luego recién llegó el ferrocarril.
Todas las colonias que rodeaban la ciudad de Santa Fe ubicadas en los departamentos de San Javier, San Jerónimo y Las Colonias
-95 en 1.880- y que habían comenzado
a fundarse y prosperar en las presidencias
de Mitre
y Sarmiento,
no tuvieron ferrocarril hasta la presidencia de Roca.
En Buenos Aires las colonias de Chivilcoy y Baradero demoraron
diez años en tener rieles, y los asentamientos franceses en Pigüé recibieron sus
beneficios cuando comenzó a extenderse el FERROCARRIL
SUD hasta Tandil y Bahía Blanca; a raíz del contrato firmado el 19 de octubre de 1881 entre Frank
Parish y el gobierno y
por el cual éste se comprometía a no expropiar la línea antes del año 1.902.
Este retardo no debe extrañar;
coincide con los veinte años de demora en unir Rosario con Buenos Aires. Fue la Ley N ° 1344 de 1.883, gestionada por Parish, la que autorizó la prolongación de la línea ya construida hasta Campana. El gestor aparecía así como el personero de la concesión provincial Buenos Aires a Rosario, acordada por contrato aprobado
por la Legislatura
en 1.871 a Mariano Billinghurst. El diario "LA PRENSA " del 9 de noviembre
de ese año, insertaba la siguiente noticia: "La
concesión del Ferrocarril a Rosario se acordó en la licitación de la provincia de Buenos Aires a los señores
Mariano Billinghurst y Cía. y
el señor Crawford,
representantes de la CASA
BARING BROTHERS, de Londres".
Parish
y Baring
se unían en el negocio ferroviario. Ya Parish formaba parte del
Ferrocarril
a Campana,
presidía el FERROCARRIL SUD y lo
había hecho en el CENTRAL ARGENTINO. La nueva línea -es decir, Parish
y Baring-
compraron el CENTRAL ARGENTINO, conservando para el total su denominación. Pero
antes de la compra, realizada en 1.908 y
aprobada por la Ley N ° 6062, el monopolio actuaba libremente
en el ramo ferrocarriles.
Cinco años antes, en su Mensaje al Congreso
en 1.903, el general Roca
había dicho:
"El monopolio ha sido en muchas
partes el último término a que se ha llegado después de una
concurrencia desastrosa. En la imposibilidad de evitar esos fenómenos que se realizan fuera de la acción del
poder, la intervención de éste debe contraerse a reglamentar aquellos puntos en
que el interés particular de las empresas pueda hallarse en
conflicto con el interés general. Salvadas estas dificultades, la fusión de las
empresas puede llegar a ser más bien un beneficio, en cuanto les permitirá
reducir el capital, economizar fuerzas y gastos de explotación, y abaratar, por lo tanto,
los transportes, que es el desiderátum a que debe propender el Estado".
En términos casi textuales
reproducía el presidente
José
Figueroa Alcorta las palabras de Roca, en su Mensaje de 1.908. Las palabras
son claras. Bajo capa de posibles rebajas en las tarifas, el gobierno
justificaba cualquier
tipo de política de monopolización, Sin embargo, el ministro de Obras Publicas,
Dr. Emilio Civit, con
palabras igualmente claras había prevenido al Congreso en su Memoria
del año 1.901:
"Las
leyes de concesiones han consignado la facultad que autoriza al gobierno a
intervenir en la fijación de las tarifas cuando el producto liquido llegue
a un tanto por ciento del capital invertido. Esta cláusula en realidad nada
vale y nada
importa. Es completamente teórica e ineficaz a los fines de moderar los lucros excesivos
y de proteger la producción del país desde que sin violencia ni dificultad
alguna las
empresas pueden por su propio albedrío y por medios conocidos, evitar que la
renta confesada
exceda del límite fijado, resultando así completamente ilusoria la intervención
morigeradora del Estado".
En esta controversia entre el
ministro y los presidentes, no es muy
difícil dilucidar quién tenía razón de los dos oponentes. Pero para no incurrir
en espíritu preconcebido, echemos
una ojeada sobre la base teórica que servía para construir
las tarifas; esas tarifas que según el ministro, no podían controlarse para proteger la producción del país.
El
instrumento teórico que utilizaron los ferrocarriles para despojar al
país, fue la "tarifa
parabólica". Juan Álvarez -en la
obra ciada- reproduce la explicación que formulaba el
FERROCARRIL CENTRAL ARGENTINO en 1.908
para justificaría: "Como se
sabe, la tarifa parabólica consiste en evitar la
proporcionalidad normal entre la distancia
y el flete en tal forma que encareciendo los trayectos
cortos, permite aba'5:5' os largos, o mejor
dicho, encarece éstos a razón decreciente. Por
ejemplo, la tonelada de maíz que paga $0,68 m/n por recorrer 10 km ., puede recorrer 100 km . por $2,09 y mil por
$6 '~ Proporcionalmente al trayecto debía en este último
caso pagar $68 m/n". Aparentemente, este
prorrateo pareciera que se asienta en la teoría conveniente y justa, de
corregir en lo posible el inconveniente antieconómico de las mayores distancias
y acercar las zonas de producción a los puertos. Pero en esta
distribución de justicia, se estaba, únicamente, a las
palabras y la buena fe de las empresas; más que discutibles luego de conocer la
opinión categórica del ministro del ramo, Dr. Emilio
Civit. A nosotros nos parece que el FERROCARRIL CENTRAL ARGENTINO invertía
los términos en su explicación y que aquellos $6,16 m/n del
flete por mil kilómetros, eran en realidad el flete proporcional a los costos
de la explotación. De ahí surge la falta de necesidad de recargar los fletes de
corta distancia y que los tales recargos, en verdad, fueron
una sobre ganancia de las empresas, aplicada sin "violencias ni dificultades" y por
medios perfectamente "conocidos",
como denunciaba el ministro. Casualmente, toda esa región de
"corta distancia" incluía
la zona agrícola de la
República ,
la que suministraba más cargas y, por ende, la más apetecible para succionar.
Y esta presunción nuestra no es una mera hipótesis, pues si fuera exacta la
explicación de la tarifa parabólica, podría haberse reducido el flete de "larga distancia", pero
nunca podría haber sido inferior al de "corta
distancia". Esta es una lógica irreversible y que nace de la
propia teoría que sustenta la tarifa. Si se prueba ese supuesto, se prueba también que el flete en el extremo de la línea, era
el que correspondía verdaderamente
al costo de explotación, por lo cual los recargos aplicados, como ya dijimos, fueron ganancia pura cuando se
trataba del comienzo de los rieles. Julio López
Manan, en "El Problema Agrario" -ed. del
autor, Buenos Aires, 1912-, nos suministra
algunos ejemplos de tarifas vigentes en las zonas agrícolas de Santa Fe y Córdoba. Hemos tomado las más representativas para
comprobar nuestro aserto y la reproducimos
a continuación:
Estación
|
Distancia
al
|
Fletes por Tonelada
|
||
Ferroviaria
|
Puerto
de
|
|||
Santa
Fe
|
Trigo
|
Maíz
|
Lino
|
|
Nelson
|
3,10
|
2,80
|
4,70
|
|
Rafaela
|
2,50
|
2,00
|
3,00
|
|
Five
|
6,30
|
5,50
|
7,20
|
|
Palacios
|
5,90
|
4,90
|
7,00
|
|
Arrufó
|
6,80
|
5,50
|
8,00
|
|
Villa
María
|
4,70
|
3,80
|
5,90
|
En todos los casos las
estaciones subrayadas se encontraban a mayor distancia que
aquellas que les sirven de comparación y también, en todos los casos, sin
embargo los fletes eran menores. Estas diferencias son bien
notables si comparamos Villa María y Five Lille, pues a pesar de estar la
primera 130 km
más distante, sus fletes eran inferiores en
un 25%. El supuesto
que presentamos comprueba, de esta manera, en toda su plenitud, y en consecuencia, que la famosa
tarifa parabólica fue sólo un pretexto muy bien buscado, para exprimir con los fletes la mayor parte posible del
valor de la producción agrícola.
Pero, además, esconde otro secreto. Veámoslo.
Cuando no existía conexión ferroviaria entre Buenos Aires y Rosario, si tomamos como ejemplo el año 1.873, los puertos bonaerenses absorbían
el 83,60% de las importaciones
y en 1.913, cuarenta años después y
cuando la República
debía suponerse mejor integrada, el porcentaje era del 85,60%; en cambio Rosario, del 9,90%
había disminuido al 8,80%
y todo el Litoral del 12% al 9,70%, Es decir que el
ferrocarril no destruyó la concentración
comercial porteña, sino la fortificó. En las exportaciones, la aparición
de los granos en el Litoral modificó
un tanto el panorama. Buenos Aires
del 75,10% bajó al 55,70%; Rosario
ascendió del 4,50%
al 18,70% y todo el
Litoral del 7,00% al 26,00%.
Pero, de cualquier manera, el puerto porteño conservaba más de la mitad de las exportaciones nacionales. ¿Cómo se produjo
este fenómeno? ¿Acaso la economía del transporte
no supone el aumento simultáneo de ambos tipos de cargas?. El senador
por la Capital , Miguel Cañé, en la sesión del 19 de diciembre de 1899, al discutirse la Ley N ° 3885 referente a la construcción de obras en el puerto de Rosario, varias veces postergadas, suministraba la explicación.
"El Rosario no tiene puerto en
el sentido moderno y comercial de la palabra; los buques no tienen allí
comodidad alguna para descargar; descargan, pues, en Buenos Aires la mercadería que va por ferrocarril al interior, y el buque, vacío, sube a Rosario a cargar. Esto, además de ser
un hecho conocido, se comprueba con
la estadística. Hasta el 89, época en que recién comenzó a hacerse sentir el
efecto de la descarga en el puerto de Buenos
Aires, y que coincide más o
menos con la apertura del FERROCARRIL AL ROSARIO en 1.886, las mercaderías importadas por allí equivalían casi, como tonelaje, a las exportadas; y desde
entonces sigue la exportación
creciendo y la importación baja". De lo dicho por Cañé, se desprende que
fue el ferrocarril el que mantuvo la
concentración comercial en Buenos Aires,
y no fue por falta de comodidades en Rosario, pues ya construido ese puerto,
la estadística del año 1.913
continuaba comprobando sus asertos. Y este fenómeno, que descarta las
comodidades portuarias, tuvo su
explicación rigurosa en el uso que se hizo de las tarifas parabólicas y, como decía el ministro Civit,
porque las empresas podían imponer los fletes "a su albedrío" y resultaba "completamente
ilusoria la intervención morigeradora del Estado". Algunos ejemplos
serán ilustrativos. En el año 1.913, la Oficina de Trabajo y Estadística
de la provincia de Córdoba
produjo un informe que demostraba la imposibilidad del comercio del interior de
competir con los "importadores"
y "fabricantes" radicados
en Buenos
Aires y cómo los fletes eran la
causa de esa ruina.
La
hegemonía de Buenos Aires sobre el
resto del país fue, así, el fruto de un plan perfectamente deliberado y en el
cual los ferrocarriles sirvieron de insustituibles instrumentos. El pacto con la oligarquía porteña para que dominara
económicamente a la República , supuso el dejar hacer a los ferrocarriles y
capitales conexos, su más libre albedrío.
Por eso, entre los años 1.912 y 1.920 las, tarifas se aumentaron en un 80%, con el pretexto de la baja de los rendimientos, aunque
estos obedecieran "a medios conocidos". Y este proceso de centralización, el
cabotaje colaboró con los ferrocarriles utilizando el mismo sistema de tarifas,
De esta
manera, resultaba un 21%
más económico al comercio de Posadas
adquirir mercaderías en Buenos
Aires, que a en la vecina Corrientes,
aunque hubiera 1.200 km
de diferencia en los trayectos. Las tarifas
seleccionaron, pues, artificialmente, las actividades de
cada puerto y establecieron, por medios ficticios, la preminencia de unos sobre
otros, con definida
preferencia por el de Buenos Aires.
El Gobierno nacional no objetó está política, aunque con
ella se hiciera, irrisión del art. 12
de la Constitución , cuando disponía: "en ningún caso pueden
concederse preferencias a un puerto respecto
de otro, por medio
de leyes o reglamentos de comercio". Tal vez las autoridades consideraron las
tarifas de fletes no eran reglamentos de comercio.
¿Entonces, como habría que clasificarlas o denominarlas? Y como la duda no se resolvió, la oligarquía porteña no solo fue la proveedora
preferente del agricultor, cualquiera
fuera su asiento, sino de toda la
República
en sí misma, Pero esta centralización artificial no fue en beneficio que el
capital exterior
acordó graciosamente a los porteños, tuvo también otra clase de manifestaciones
que se le relacionaban muy estrechamente. La
centralización fue la base del monopolio. El problema merece algunas palabras, sobre todo recordando lo que dijera
el ingeniero Alejandro E. Bunge en su obra "Problemas Económicos del Presente” ed. Imprenta Mercatali, Buenos Aires, 1919-: "Bien puede decirse que todos los países civilizados tienen su
política económico-internacional propia, que tratando de coordinarla la
oponen a los demás países; nosotros, en cambio, tenemos una política
económico-internacional propia, que
nos imponen los demás países".
"En lo que se
ha dado en llamar hasta ahora el granero de la República , en el corazón
de la región. En los centros más ricos y
poblados de la provincia que tengo el honor de representar e esta Cámara, están errando sus puertas los
establecimientos industriales, hasta ayer más prósperos, mas fuertes e importantes. Se están clausurando las usinas,
talleres y depósitos de una de las
industrias madres del país. ¿Por culpa de quien o de quienes? .Los interesados lo dicen bien claramente: No hay
trabajo, ni es posible, que lo haya sin ir a la quiebra o al desastre, a causa de los fletes de las empresas
ferroviarias que no nos permiten
trabajar sin arruinarnos".
He hablado entre otros muchos,
con un propietario de molino, de los más fuertes de la provincia de Santa Fe, el dueño del molino de Carcarañá y me ha dicho lo siguiente:
"He tenido que cerrar el molino porque
ha faltado a su palabra y buena fe el
Ferrocarril Central Argentino. Comprado el molino, lo he rehabilitado y al
renovarlo lo he colocado en condiciones de poder hacer la competencia a los
mismos colosos de Buenos Aires, pero
después de habérseme asegurado que la empresa concedía el uso de la tarifa antigua, anteriores a la fusión, se me ha
impuesto el recargo y exceso de las
tarifas nuevas^ es decir, de las tarifas abusivas, de las tarifas escandalosas con que están arruinando las
industrias todas del país los ferrocarriles fusionados".
He
hablado con el hermano del presidente de la comisión de obras publicas de esta Cámara, que
es precisamente el propietario del molino del pueblo de Candiotti y me ha
revelado el siguiente abuso, que sin embargo es tolerado y consentido por las oficinas
y dependencias que debieran contenerlo. "Una bolsa de harina, por un recorrido
de 50 km ., de Candiotti
a Colonia Grutly, paga el mismo
flete que se cobra desde Buenos Aires hasta la estación
Grutly, con un recorrido de más de diez veces la distancia". Y lo sucedido
en Santa Fe, no es más que la
repetición del caso producido con las industrias de la provincia de Córdoba".
La misma tarifa por diez veces
más de recorrido y en otros casos fletes exorbitantes para impedir la
competencia "con los colosos de Buenos
Aires", muestran claramente la complicidad
ferroviaria en la consolidación del monopolio que se estaba construyendo en la
Capital. Según Emilio
Lahitte, en "Informes y
Estudios" -publicado por la División de Estadística y Economía Rural del
Ministerio de Agricultura, en 1.908-, la producción de harina en 1.895,
en los tres grandes centros industriales, se dividía:
Provincias
|
Molinos
|
Toneladas
|
Capital
|
28
|
103.091
|
Santa
Fe
|
74
|
155.400
|
Buenos
Aires
|
97
|
200.243
|
Pero
ya doce años después, a pesar de los aumentos de consumos y de la exportación,
la situación había variado fundamentalmente, con una notoria concentración de la industria en la Capital ; pero con una
característica inversa: al aumento del tonelaje se había seguido la disminución de los molinos que trabajaban. Es decir,
el aumento de producción era paralelo
a la concentración de establecimientos industriales. Esa situación en 1.907
era la siguiente:
Provincias
|
Molinos
|
Toneladas
|
Capital
|
18
|
200.558
|
Santa
Fe
|
35
|
119.075
|
Buenos
Aires
|
58
|
198.174
|
Ahora la Capital concentraba la
producción de la tercera parte de la harina de la República , con una fuerza motriz equivalente; pero una
novedad: sobre los 16.810 caballos de fuerza instalados en la industria, el 21,2% correspondían ya a "MOLINOS Y ELEVADORES RÍO DE LA PLATA ".
Se cumplía una estrategia general de dominar al país desde su
cabeza y a la cabeza, hipertrofiándola, por el ascendiente económico sobre la oligarquía
dirigente. Una de las tácticas empleadas fue facilitar, en toda oportunidad, la
constitución de monopolios con sede en la Capital , aunque esa
táctica destruyera en una competencia sostenida por
medios artificiales, la industria similar de las provincias interiores. En 1.895, según el Censo Nacional,
existían 603 molinos; en 1.908 de
acuerdo al Ministerio de Agricultura en el Censo Agropecuario, eran 341, y en 1.913 tantos como 408. Pero, en realidad desde 1.907 ya habían comenzado los cierres. Ese año no trabajaron 59, en 1.908 subieron a 65 y en 1.913 a
86. Aquellos 603 molinos del Censo Nacional se habían reducido en
dieciocho años a 322; además, en la concentración monopolista, los 28 molinos de la Capital se redujeron, a, 9
en 1.913, con el agravante que uno de ellos, "MOLINOS Y ELEVADORES RÍO DE LA PLATA ", absorbía el 80% de la producción
Ahora la Capital
concentraba la producción de la tercera parte de la harina de la República , con una fuerza motriz equivalente; pero una
novedad: sobre los 16.810 caballos de fuerza instalados en la industria, el
21,2% correspondían ya a "MOLINOS Y ELEVADORES RÍO DE LA
PLATA ". Se cumplía una estrategia general de dominar al
país desde su cabeza y a la cabeza,
hipertrofiándola, por el ascendiente económico sobre la oligarquía dirigente. Una de las tácticas empleadas
fue facilitar, en toda oportunidad, la constitución
de monopolios con sede en la Capital , aunque esa
táctica destruyera en una competencia
sostenida por medios artificiales, la industria similar de las provincias interiores.
En 1.895, según el Censo Nacional,
existían 603 molinos; en 1.908 de
acuerdo al Ministerio de Agricultura
en el Censo Agropecuario, eran 341, y en 1.913 tantos como 408.
Pero, en realidad desde 1.907 ya
habían comenzado los cierres. Ese año no trabajaron 59, en 1.908
subieron a 65 y en 1.913 a 86.
Aquellos 603 molinos del Censo Nacional se habían reducido en dieciocho
años a 322; además, en la concentración monopolista, los 28 molinos de la Capital
se redujeron, a, 9 en 1.913, con el
agravante que uno de ellos,
"MOLINOS Y ELEVADORES RÍO DE LA
PLATA ", absorbía el 80% de la producción de esos 9 molinos, o sea el 25,6% de todo el país.
Este resultado no fue una necesidad económica
ineludible y originada en el alto costo de una nueva técnica y, por ello, en cierta medida comprensible y beneficiosa para el
progreso industrial. Nada contaba el progreso industrial, sino lograr absorber
los excedentes de las cosechas; lo que no se exportaba en grano,. Ese excedente tenía dos destinos luego de reservada
la semilla: el consumo interno y la
exportación. El primero se dominaba con la complicidad de las tarifas ferroviarias; la segunda, por el emplazamiento en
el propio puerto de Buenos Aires. Sobre la producción del agro se levantaba el monopolio industrial de la
harina, pero como éste debía
asegurarse los excedentes para la expansión de su trabajo, he aquí que nació
como una secuela indispensable, el
monopolizar, también, la adquisición de las cosechas, y por supuesto de los
combustibles, ya que todos los molinos de la Capital producían con vapor la fuerza motriz necesaria.
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